"Tiempo y Distancia, amantes de un cuarteto cobarde "(cuento)

Aquella tarde de primavera se les torno de repente sombría, sus risa que alborotaba el ambiente se pararon de golpe, sus manos que jugaban en el cabello y rostro entre los besos de aquellos adolescentes cesaron y se alejaron, sus rostros al verse se encontraron duros como si de algo horroroso se hubiese tratado… Se quedaron en silencio con el horror en la garganta, el frenesí del amor pareciera ser que ahora los identificaba a ellos como presas, su amor les resulto intolerable, el solo mirarse les resulto pudoroso; no se dijeron nada, lejos de importar las culpas y sus causas, demasiado jóvenes para entender lo que tenían y defenderlo, se reclamaron sin reclamarse, no se dijeron nada pero se invitaron a dejarse caer…call/yados… Esa pareja horrorizada se acariciaba con la mirada perdida en la mirada del otro que pedía perdón por su cobardía de no enfrentar su destino, morían los suspiros que mataban los besos con la indiferencia del momento que pasaba y hacía que no se den cuenta que los únicos que pasaban al final eran ellos que acumulaban condenas, que encontraban excusas y despertaban. A consecuencia de esto alojaron un amante cómplice astuto que lo llamaron tiempo… De él fue toda culpa a partir de ese momento, de él y solamente de él, Maldito fue el Tiempo cuando para ellos su presencia fue presente. Se llamo Tiempo a la cobardía del momento, se llamo Tiempo a excusas de no volver, Tiempo al encuentro con algo que no amarra a una relación, tiempo ganado a los sentimientos perdidos aunque en realidad ocultos, tiempo perdido a los sentimientos vueltos a encontrar. Este Tiempo tenía a su vez a su amante llamada Distancia, el encuentro de los dos amantes generaban un estragos en forma particular en cada uno de los cobardes de la mirada, porque el Tiempo y la Distancia se juntaban para amarse lejos de ellos y los dejaban a cada uno por su lado sintiendo su soledad que les helaba la vida, que les mostraba el tormento de existir, la indiferencia del otro y su realidad de mortandad. Cuando la distancia ni el tiempo recurrían como amante a excusar, quedaban ellos solos con sus cuerpos, con sus ganas y sus impotencias, quedaban hablando una lengua que no les servía ni para hablar con, ni a ellos mismos; quedaban desnudos, insípidos y fríos, pero con el recuerdo de la dulzura de su par de labios encontrados, con el calor del último abrazo, con el abrigo de aquella mirada que alguna vez los vestía. Pasaron Los Tiempos y encontraron sin duda miles de vestimentas que divertían y excusaban al amante Distancia, aparecieron otros ocasionales que distraían a la amante Tiempo y aun así todos dejaban el mismo sabor en la vida de haber tragado la bilis del desarraigo. A él le dolía la presencia de las ganas de su cuerpo que pedía actuar, le dolía aquel impulso que lo movilizaba a destrozarse antes que ese encuentro. De su parte, en ella solo había vacio, le dolía la ausencia, nadie podía entender aquellas lagrimas derramadas que ella acurrucaba gemían pidiendo cariño, cariño que nadie podía dar, porque el cariño que se llora es siempre un cariño ya encontrado. Todos a ella le exigían reconocer “amor”. Los “te amo” en ella desde su separación empezaron a ser demandas más que entregas, empezaron romper su belleza, a fraccionarla para usarla como una parte que tape una falta. Se convirtió en objeto que disimulaba y en su “no colaboración" que realzaba la posibilidad de su realidad en cada iluso atrapado… excusado. Para todos era culpa de ella que no fuera la que correspondiera el cariño y sin duda fue así, su vida era solo pétalos secos a las que se le pedían dar fruto. Pasaron primaveras e inviernos, se congelaron y descongelaron muchas veces sus corazones… Cansados de buscar, cansados y casi ciegos a propósito por mantener, decidieron salir del imposible de arrastrar, su mirada pesaba y no se levantaba del piso, sin duda amargos fueron los Tiempos y amargas fueron las Distancias que encorvaron la espalda de aquellos cobardes, rescoldados ahora en un absurdo vivir. Un otoño entre su letargo levantaron la mirada y se encontraron, se reconocieron tan jóvenes en sus cuerpos desechos, se envolvieron sus miradas, suspiraron un ayer, se dieron cuenta que la comedia de la separación es solo una escena a la espera del acto. Participes absolutos de aquella nada en la que se encontraron, decidieron salvarse atravesándose el uno al otro, se abrazaron callados, sabían de sus sentir, habían practicado este silencio con el Tiempo y la Distancia, eran amantes expertos en el arte de acompañar a la soledad, negaron para si el sentir que sus cuerpos estaban muriendo, el sentir del hambre y del frió no se comparaba a su no encuentro. Se abrazaron más fuerte y cerraron los ojos para no verse sufrir, se condenaron a calcinarse con sus pieles. Sus corazones latían al unisono, sus gemidos acompañaban rítmicamente a las ganas, sus cuerpos se estremecieron juntos y un letargo absoluto continúo a su encuentro. Aquellos cuerpos fríos en su abrazo aun conservaban el calor… Se cuenta que aquella pareja no soltó su abrazo, que lloraron lágrimas, luego sangre y finalmente sus mismos ojos…

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